Una de las causas más comunes de lesiones en los corredores, es correr con zapatillas viejas y desgastadas. Las zapatillas de entrenamiento pierden absorción del impacto, amortiguamiento y estabilidad con el tiempo.
Continuar corriendo con las zapatillas desgastadas aumenta el stress e impacto sobre tus piernas y articulaciones, lo cual puede causar lesiones.
¿Cómo saber cuando es necesario cambiarlas?
No utilice la suela para determinar si debe cambiarlas. La suela media, que es la que aporta la amortiguación y la estabilidad, usualmente se rompe antes de que la suela muestre signos importantes de desgaste.
Si ha sentido fatiga muscular, dolor en las espinillas, o algún dolor en sus articulaciones, especialmente en las rodillas, puede estar utilizando zapatillas que ya no tienen la amortiguación adecuada.
La regla podría ser cambiar las zapatillas cada 700 o 800 kilómetros, dependiendo de su estilo de correr, peso y la superficie en la que corre.
Los corredores más ligeros pueden cambiar sus zapatillas cerca del límite superior, es decir 800 kilómetros, mientras que los corredores más pesados deben considerar cambiarlas cerca de los 700 kilómetros.
Si corre en terrenos duros como el asfalto, debe reemplazarlas antes que si los usa principalmente en cinta de correr.
Marque en su calendario cuándo compró su nuevo par para que pueda calcular el kilometraje acumulado.
Por ejemplo, si es un corredor ligero y corre un promedio 40 kilómetros a la semana, deberá considerar cambiar sus zapatillas a los 5 meses de su compra.
Una alternativa es, que cuando llegue a la mitad de la vida de sus zapatillas, compre otro par para rotarlos. Sus zapatillas durarán más si permite que se descompriman y se sequen entre los entrenamientos.
Además, tener un par nuevo le servirá como referencia para identificar cuando las zapatillas viejas deben ser sustituidas por la falta de amortiguación y absorción del impacto.