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JESÚS JUÁREZ- EL NIÑO QUE NO SE RINDIÓ, HOY ES UN HOMBRE QUE HACE MARATONES – Sandra Badillo

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Hay personas que nunca se rinden, y nos demuestran que si el objetivo está claro, no importan lo desfavorables que sean las condiciones de partida.

Esta es la historia de Jesús Juárez, el niño que nunca se rindió, el hombre que ha hecho de su vida un maratón, que ha hecho del maratón su vida.

Esta es la historia de unos padres que desde el amor siempre creyeron en él.

Esta es la historia que demuestra que podemos ser aquello que seamos capaces de imaginar.

Desde que tuvo uso de razón, siempre estuvo rodeado de médicos y fisioterapeutas. Un nacimiento prematuro, con solo 6 meses por la rotura de la bolsa amniótica fue el comienzo del primer desafío.

Tan pequeño que cabía en la palma de una mano, su madre lo vestía con ropa para muñecos.

Un derrame cerebral con pocas horas de vida hizo que ésta pendiera de un hilo, y que cada segundo de existencia fuera un auténtico milagro. Como consecuencia de ello, el hemisferio izquierdo de su cerebro dejó de funcionar y, su pierna y brazo derechos quedaron paralizados.

Después de semejante punto de partida, y tras alcanzar una estabilidad que sabía a victoria, permaneció mes y medio en la incubadora sin que nadie supiera que secuelas tanto físicas como psicológicas podían quedarle.

Pero siguió adelante, como alma libre, con una infancia complicada, con ausencia de coordinación, de estabilidad y sin poder llevar una vida como la de cualquier niño.

Un niño que a pesar de caerse, nunca dejó de intentar subirse a los columpios, con el apoyo de sus padres, aquellos que no podían evitar derramar lágrimas mientras lo miraban orgullosos con la mejor de sus sonrisas.

El ciclo de la vida en esa época era: rehabilitación, inyección de toxinas, médicos, psicólogos, aparatos para poner la pierna y la mano en funcionamiento y en consecuencia un esfuerzo económico para mantener latente esa posibilidad.

Aunque la lucha estaba clara, aunque el objetivo siempre fue sanar, la autoestima en ocasiones se hundía pues nadie puede comprender por qué una persona tiene que sufrir algo así.

De repente un día, un halo de luz en forma de propósito alcanzó a Jesús. Fueron las palabras de su tío, esas que resonaron en el corazón de nuestro valiente, y esas por las cuales hoy le estamos dedicando estas líneas “Algún día, tú, correrás un maratón”.

Como el que sabe que irremediablemente conseguirá algo a pesar de todo, con la constancia del

esfuerzo, con la pasión de un sueño, y con la inspiración ejemplar de su tío el maratoniano, Jesús se creyó sus palabras y sintió que así sería.

En ese momento, se aceptó como era, aprendió a querer sus adversidades y empezó a recorrer el camino que le llevaba a ese objetivo tan ambicioso.

Con el apoyo incondicional de los que siempre estuvieron a su lado, empezó a entrenar su mente para mejorar su coordinación. Visualizaba constantemente su objetivo y así, consiguió cada vez caerse menos, pues siempre tuvo claro que el levantarse no era un problema.

Cada día las ganas y la ambición aumentaban, el deseo por conseguir su propósito, y de repente, como una consecuencia natural y espontánea sintió en lo más profundo de su corazón que podía hacerlo. Era irremediable, lo había visto con los ojos de su alma.

No fue hasta el verano de 2016 cuando decidió apuntarse al maratón con su tío José Nicolás y su amiga Carmen. Entrenaron, contaron los días en el calendario y el tiempo pasó volando.

Llegó el día de recoger el dorsal, y Jesús creía estar viviendo un sueño, ese que vives despierto pues las ganas y la pasión te impiden conciliar el sueño.

Llegó el 23 de abril de 2017, y Jesús se plantó en la línea de salida de esos 42 km que representaban la lucha de toda una vida. Disfrutó cada zancada, cada persona que fue apoyarlo, cada sonrisa. Pero también sufrió. En el km 30 sintió el dolor en su rodilla, pero su mente lo apoyaba recordándole todo lo que había superado para llegar hasta ahí. Fue su mente, entrenada durante tantos años, la que le acompañó hasta el Retiro, donde sus ojos se llenaron de lágrimas.

En la recta final, justo antes de la meta, y de la mano de su amiga Carmen disfrutó el sabor de la victoria, y cruzó la meta de su primer maratón, ganando la batalla a todas las dificultades que la vida le había ido ofreciendo.

Allí estaban sus padres: Reme y Maikel, y Jesús se alegró de verlos como nunca había hecho antes.

Su heroína, su madre, con los ojos llenos de lágrimas, valiente, orgullosa, disfrutando y recogiendo los frutos de toda una vida llena de esfuerzo, confianza y amor contemplaba la hazaña de su hijo como el mejor de los espectáculos.

Nadie sabe las maratones que le quedan a Jesús en sus piernas.

Lo que si está claro es que, no hay distancia insalvable para un corazón lleno de esperanza.

Sartre dice que el hombre es libre, y creador de sus circunstancias.

Que por encima de todo y a pesar de todo siempre tenemos la opción de decidir.

Parece ser cierto, gracias Jesús por demostrarlo.

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